sábado, 15 de octubre de 2011

Queremos ir a la escuela

[Final]
Qué bien. Fui a la escuela como siempre, y como siempre, fue aburrido. Los maestros ya no lucen como antes cuando parecían verdaderas figuras de autoridad y se paraban frente al grupo completamente seguros de su conocimiento. Ahora ya solo van al aula, se sientan en su escritorio y nos dejan ejercicios, lecturas o resúmenes para mantenernos callados.
No era esta mi idea de la universidad. Pero no es culpa de los maestros, sino de esos corpulentos soldados que se encuentran en una cabina escuchando cada palabra que sale de sus bocas, esperando a que digan algo prohibido para  darles su correspondiente escarmiento. 
En los pasillos se escuchan cada vez menos risas y en la lista del profesor se ven cada ves más efes rojas; ya no tengo que dejar pasar cinco camiones antes de subirme porque ya no se llenan hasta reventar.
 La gente huye a otros países. Solo los que pueden pagar porque los vuelos han aumentado al doble de su precio. Este año mi primo Carlos no podrá venir a México y es una pena, porque tampoco en Estados Unidos esta fácil la situación para los que parecen migrantes aunque no lo sean. Las leyes anti migrantes han hecho que algunos grupos se sientan con el derecho de atacar física y verbalmente a cualquiera que parezca de México o cualquier país del centro y el sur de América.
Volviendo a México. Ya no estamos a salvo ni de los perros, porque probaron la sangre y la carne de los cadáveres que los soldados dejaron a su paso y eso los ha vuelto muy agresivos. Las calles se han infestado de fauna nociva, la ciudad luce como un basurero; los comercios son saqueados por aquellos que piensan que al haber perdido todo están en libertad de quitarle a alguien más.
Mis padres ya no quieren que asista a la escuela, dicen que puede ser peligroso y que no estoy aprendiendo nada. Esta vez su histeria está bien justificada, pues los vecinos chismosos han enterado a mi mamá de todos los crímenes que se cometen alrededor del terreno.
Ahora ya no puedo salir a la calle sin compañía. Además a las 8 hay toque de queda, cualquiera que salga después de esta hora es arrestado por conspiración. Prácticamente me encuentro encerrada en mi casa. Cuando vamos de compras, vamos todos en la camioneta con todas las armas que podamos reunir. Ni siquiera se conducir y ya aprendí a disparar un arma.
Me voy, tengo que verificar que este puesto el seguro de el arma que guardo bajo la almohada antes de irme a dormir.


2 comentarios:

  1. Upps. Hoy es lunes y yo comienzo a revisar blogs, y el tuyo aun no es entrada final.

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  2. basurero; los comercios...

    Ni siquiera ¡Muy bien!

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